jueves, 16 de enero de 2014

Ciencia ciudadana made in Latin América, ¿En qué consiste y para qué sirve?

Después de la web 1.0 -que se enfocaba en las búsquedas- y la web 2.0 -que significó generar infinitas redes sociales- ahora vamos hacia la web 3.0 y la 3 D, con dispositivos que mostrarán la profundidad de la realidad. La web 4.0 apuntaría según los expertos a la ultra inteligencia de agentes conformados en nuestros dispositivos que buscarían información y asistirían nuestro día a día actuando en nuestro nombre.

¿Demasiado rápido? Claro. En esta transición hacia mejores y más perfectos mundos virtuales, hay un cambio que aún pasa desapercibido: el del activismo tecnológico, una suerte de rebelión de las masas utilizando y desarrollando tecnología de manera participativa y masiva que ha resultado en una infinidad de ONG´s, colectivos y comunidades que aprovechan conocimientos, tecnologías, desarrollos e interfases para resolver problemas públicos y expresar su punto de vista.


El concepto de la ciencia ciudadana (en inglés ‘citizen science’ o ‘crowd-science’) es una de las expresiones de ello. Involucra al público en general en experimentos científicos para hacer juntos cosas sorprendentes y útiles, dirigidas por científicos de universidades, centros de estudios o laboratorios que necesitan de la ciudadanía para poder avanzar en sus proyectos. Esta nueva modalidad está desarrollando proyectos sobre ecología, botánica, medioambiente, tecnología, histología, monitoreo de aves, planificación urbana y hasta arte en todo el mundo.

No se trata de una disciplina que nace de improvisados: La mismísima NASA, lanzó el desafío Space Apps Challenge en 2012 y 2013 por medio del cual invitó a miles de desarrolladores en más de cien ciudades del mundo a proveer, administrar y articular información que resuelva problemas relacionados a las explosiones solares, la sustentabilidad de la vida en el espacio y la observación de la tierra por medio de su estación internacional espacial.

La revista Sci Starter ha publicado más de 600 proyectos de esta temática, destacando 13 de los que más visibilidad han tenido en 2013. Muchos de ellos se orientan al campo de la geo información y uno de ellos, el Dark Sky Meter (disponible para iPhones) permite a ciudadanos contribuir a conformar un mapa global de la contaminación que producen las luces artificiales en la noche en ambientes urbanos. Utilizando la cámara fotográfica del iPhone, el app mide el brillo del cielo y actualiza los datos en tiempo real.


Recientemente, y a un nivel más “latino”, el proyecto World Birds, trata de crear un sistema de bases de geo datos global sobre aves con su asociado en América Latina, la ONG Aves Uruguay. A su vez, el sitio Galaxy Zoo de ciencia ciudadana orientada a la astronomía fue lanzado en Chile y tiene el objetivo de mapear galaxias junto a la comunidad a través de sofisticados proyectos científicos. Con algunos de los más poderosos telescopios del planeta en el desértico norte, el proyecto Galaxy Zoo se asoció con el Departamento de Astronomía de la Universidad de Chile en el Cerro Calán y prometen revolucionar la disciplina.

Otro aspecto interesante de la ciencia ciudadana es el que el Mesoamérica Apps Hackathon buscó desarrollar a través de la colaboración ciudadana masiva invitando a cientos de desarrolladores amateurs para adaptar de tecnologías de información que ofrezcan soluciones a grupos indígenas de Guatemala, Panamá y otros países mesoamericanos. Por ejemplo, para la comunidad de Laguna de Sololá, Guatemala, creó un app para identificar y diseminar locaciones indígenas rituales y ancestrales para propósitos turísticos, históricos y culturales. Otros apps fueron desarrollados por la comunidad de estudiantes de la Universidad Tecnológica de Panamá para asistir a la migración de los grupos étnicos de Ngäbe y de Buglé en la frontera entre Costa Rica y Panamá.

Todas estas iniciativas buscan masificar observaciones de las que de otro modo no podría disponerse,
permitiendo estimar, clasificar, mapear y solucionar fenómenos en gran escala y con gran detalle. También estudiar comportamientos y eventos, así como cambios en los inventarios de las unidades de observación, sean estas locaciones ancestrales, aves o galaxias. La razón es que los investigadores profesionales para estos temas son muy escasos (y por cierto caros), para lo cual es ideal aprovechar las observaciones de apasionados aficionados.

Ya el pionero científico Charles Darwin utilizó esta técnica para basar su teoría de la evolución en evidencia suministrada por unas 15.000 cartas que intercambió con cientos de científicos ciudadanos. Tardó un poco más que enviando emails u organizando hackathones pero igualmente elicitó conocimiento de gente de toda clase de ocupación no científica, desde ganaderos hasta viajeros de todo el mundo.


Al igual que hace más de cien años, hoy podemos intuir que lo mejor para la ciencia es la ciudadanía, porque el mejor y más poderoso procesador de información que tenemos es el que hay en cada ser humano. Nuestra increíble capacidad para mapear la realidad, pero también para detectar lo que no encaja, es algo que puede hacer la diferencia en cualquier tipo de conocimiento en el que deseemos apasionadamente involucramos. 

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